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Crown of the Old Iron King es el segundo DLC de Dark Souls II, el famoso y difícil dungeon crawler de From Software. El nuevo contenido es una mejora con respecto al anterior, Crown of the Sunken King, en especial por sus increíbles escenarios e imponente ambientación, pero también sufre de un argumento nulo, falta de frescura y de ser otro fetch quest glorificado en una franquicia que se destacaba por inteligencia y excelencia en todos sus aspectos.
En cuanto a ambientación y escenarios, el DLC es espectacular
Crown of the Old Iron King está situado en las profundidades de Iron Keep, donde están las fraguas de Vendric, rey de Drangleic. Como en el DLC anterior, el propósito es descender cada vez más hasta llegar al santuario que guarda una de las coronas de dicho reino maldito. En cuanto a ambientación y escenarios, el contenido descargable es espectacular: Brume Tower, una serie de gigantescas fortalezas conectadas por cadenas, es una locación absolutamente asombrosa y escénica; la fragua del reino, llamada Iron Passage, con sus imponentes elevadores con contrapesos hechos de armaduras gigantes, deja una duradera impresión en el jugador, mientras que el segmento final, una catedral gótica sumida en un crepúsculo eterno, sólo puede describirse como increíble.
En cuanto a enemigos, diseño y dificultad, el DLC sigue la línea del título principal, con sus aciertos y errores. El contenido está, por supuesto, destinado al endgame, a ser un reto para los jugadores veteranos con un personaje de alto nivel o por lo menos con buenas armas y equipo. Los enemigos más comunes, que son unos caballeros contrahechos con sables, son bastante duros, y por si fuera poco, están apoyados por hechiceros eléctricos y poderosísimos e invencibles gigantes, además de maliciosos enanos con barriles llenos de pólvora.
El gran defecto de este DLC y de la secuela en general es, de nuevo, un mundo menos memorable que el del primer Dark Souls
Lo mismo que el juego principal en general y que el DLC anterior, el reto de esta entrega es a veces un poquito barato: abundan las puertas guardadas por gigantes en las que hay que rezar para poder abrirlas abusando de la IA de los enemigos, los pisos que se rompen, y las situaciones de las que es mejor huir si tu personaje es de nivel bajo. Por supuesto, dicho tipo de situaciones duras es clásico en la franquicia, sólo que aquí y en la secuela se sienten un poco más forzadas y menos naturales que en las originales, donde estaban maravillosamente diseñadas. Sin embargo, todo sea por el reto, así que los masoquistas que amamos la franquicia no nos sentiremos defraudados.
El gran defecto de este DLC y de la secuela en general es, de nuevo, un mundo menos memorable que el del primer Dark Souls, una historia más inconsecuente, menos contenido y poca sensación de importancia o trascendencia más allá de estar haciendo un fetch-quest glorificado. Una vez más, Artorias of the Abyss es el referente: una increíble trama que complementaba perfectamente al título principal, expandiendo sus enigmas, definiendo la psicología de sus personajes. El vínculo entre Sif y Artorias, encontrar a Hawkeye Gough, salvar a Oolacile, derrotar a Kalameet o Manus, todo estaba lleno de propósito, inteligencia, gran narrativa y ni una pizca menos de reto. Aquí simplemente no hay nada o casi nada, salvo por la poco entrañable y ponzoñosa historia de la corte de Vendrick. En general, el gran problema es que un dungeon crawler de fantasía no es sólo una suma de mecánicas (que por otro lado también denotan su cansancio y reiteración en el diseño), sino también un gran relato y un mundo, y ambas cosas siguen ausentes de las expansiones de Dark Souls II y estamos seguros de que no regresarán.
Dicho lo anterior, el DLC tiene sus buenos momentos. El reto es tremendo, los escenarios son imponentes y la batalla estilo Ninja Gaiden con el caballero de movimientos samurái no está mal. Es sólo que al final es una expansión que reitera más y más la sensación de cansancio a la que ha llegado la franquicia, aunque llevada con dignidad y de manera competente. Con todo, la entrega es recomendable, mejor que la anterior, que al menos no baja la dificultad y es una buena opción para aquellos aventureros en el endgame que quieran un poco más. Esperemos que Crown of the Ivory King haga un esfuerzo más destacado por cerrar esta trilogía de DLC con mejor marca, pero por ahora el trono de la excelencia de un Artorias of the Abyss sigue vacante.
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