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Disney Magical World apela justamente al mercado que Nintendo delimitó para el 2DS: niños y niñas de, aproximadamente, 7 años de edad. El resto de los jugadores, aún cuando disfruten el mágico universo de Walt Disney, sólo encontrarán un detonador de aburrimiento, ansiedad y pérdida de paciencia debido al lento ritmo en que progresan sus características, pues las mecánicas de juego son extremadamente simples, no hay reto y los diálogos son insípidos.
El verdadero protagonista es el Mii, que representa al usuario, sea uno específicamente para la historia o el que tiene para Miiverse y para la tarjeta de jugador del 3DS. Por razones irrelevantes, el Mii recibe una invitación para acudir y habitar Castleton la locación donde se encuentran otros Mii y, por supuesto, algunos personajes emblemáticos y entrañables de Disney, incluidos Mickey Mouse, Donald Duck y Goofy. A partir de su arribo, el protagonista sólo vive para ser el esclavo (o al menos eso aparenta) de todos los inquilinos del fantasioso entorno. Y es que, como en Animal Crossing, dedicará su tiempo a satisfacer las necesidades de los demás, sin importar lo absurdas que sean; la diferencia entre el juego de Disney y el de Nintendo es que en este último se asume el papel de un alcalde, lo que fundamenta sus servicios públicos.
En este caso, el Mii (sólo un nuevo residente, insisto) es como un sirviente que pasará su tiempo cumpliendo caprichos o haciendo favores a otros; a cambio, recibirá ítems especiales que podrá emplear para crear nuevos utensilios con el fin de cumplir con los requisitos de las misiones. Por ejemplo, al ser el dueño de una cafetería, el Mii deberá asegurarse de contar con los ingredientes necesarios para elaborar comida que mantenga contentos a sus clientes; asimismo, deberá renovar la apariencia del lugar con muebles y piezas ornamentales que aumenten su atractivo. Todo lo anterior, sin embargo, no es gratis y requiere monedas y objetos que, recordemos, se obtienen tras finalizar misiones y escarbar en arbustos, árboles y troncos, entre otros elementos inmóviles de Castleton.
Cumplir cada objetivo demanda de 3 a 5 minutos y las tareas van de lo más simple, como pescar cierto tipo de peces y sembrar semillas, hasta combatir contra fantasmas al interior de muy (pero muy) pequeños dungeons, en una experiencia súper básica del género RPG. Estas mazmorras son extremadamente sencillas porque son para niños pequeños; lo imperdonable es que sus layouts se reciclan por completo una y otra vez en muchas misiones. A esto hay que agregar que las mecánicas de combate son sumamente fáciles, incluso para la destreza y las habilidades de un infante.
El juego progresa mediante stickers que el Mii obtiene después de terminar cada actividad y que es objetivo trascendental para la evolución de la historia. La cantidad de estas calcomanías determinará el número de áreas, misiones o episodios que desbloqueará. Así, tenemos que los primeros stickers, que funcionan como un largo y tedioso tutorial, abrirán lugares fundamentales para las actividades del Mii. Por ejemplo, las primeras 4 planillas darán acceso a la boutique de Daisy Duck en la que se manufactura ropa y accesorios para el personaje; estampas adicionales permitirán acceder al taller de Chip and Dale con el fin de construir cañas de pescar, mesas y sillas, entre otros objetos, así como a la tienda de Scrooge Mc Duck y sus sobrinos para comprar o vender, según sea el caso, ítems primordiales para el crafting. Posteriormente, se abrirán portales a mundos de otras series y películas de Disney que incluyen Aladdin, Cinderella, Winnie The Pooh y Alice in Wonderland.
La mayoría de los objetivos consisten en modelar distintos atuendos frente a los lugareños de Castleton y sus alrededores, de manera que el Mii deberá recolectar o comprar constantemente materiales para la posterior elaboración de las vestimentas. Y debido a que es necesario efectuar esta actividad muchas veces, la mágica aventura rápidamente se torna monótona y tediosa. Son pocas las misiones que ofrecen verdadera interacción con la pantalla táctil del 3DS (algunas involucran timing para pescar o bailar) y los quests donde el Mii se aventura para obtener tesoros también son muy repetitivas. Si sumamos esto al hecho de que las planillas privan al jugador de la libertad para desarrollar la historia a su gusto (una mecánica mal empleada que parece salida de Banjo-Kazooie, donde sí era funcional por sus niveles creados para fomentar rejugabilidad), Disney Magical World es un juego esencialmente malo, que posiblemente entretenga a los niños debido a su temática.
Es evidente que el título pretendió imitar la fórmula de Animal Crossing sin mucho éxito. Su nivel gráfico está por debajo del conseguido por otros exponentes de corte infantil (como los títulos de LEGO) para la portátil tridimensional, y su textos, que sólo están acompañados de audio cuando introducen a los personajes más emblemáticos de Disney, rayan en lo ridículo al dirigirse a su público con un tono y manera que pretende tratar a los niños como tontos, al estilo de Barney o Dora en sus shows para bebés.
Si bien es cierto que el juego es rico en contenido, su valor se pierde cuando gran parte de sus elementos son reutilizados en incontables ocasiones para rellenar los huecos de su inconsistente diseño. Lo único rescatable es la fiel representación de la personalidad de los más de 60 personajes de Disney presentes, no más. Para replicar la experiencia de otras entregas, es imprescindible agregar a la fórmula ingredientes propios; sin embargo, cuando los personajes sirven únicamente como potencializadores de compra (el poder del branding), es ridículo tratar de imitar el éxito de otros títulos. Disney Magical World hace esto y, por ello, lo más recomendable es que el jugador sea niño, adolescente o adulto viva la experiencia original de Animal Crossing.
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