Poema de pata verguda

Puedo escribir las idioteces más pendejas esta noche.

Escribir, por ejemplo: «Tu madre me la mama, y tiritan, azules, sus pezones, cuando se la traga.»

El viento de sus pedos chifla en el cuarto y su culo canta.

Puedo escribir las pendejadas más pinches esta noche. Tú la quisiste, y ella ni madres que te quiso.

En las noches como ésta la tuve en cuatro patas. La penetré tantas veces bajo el espejo de un hotel piojito.

Ella me quiso, yo ni madres que la quería. Cómo no haber amado sus grandes orificios.

Puedo escribir todavía más pendejadas. Pensar que se la meto. Sentir que ella no se ha venido.

Oír sus gemidos inmensos, más inmensos que ella. Y el rugido cae al alma como el hedor de su hocico.

Qué importa que sus lonjas me aplastaran. Sus nalgas están de la chingada y sus venéreas ya no están conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien caga. A lo lejos. La caca no se contenta con salir de un pujido.

Como para sacarla mi dedo la busca. Mi puño la busca, y el mojón no está conmigo.

La misma mierda que le soltaba en la cara. Nosotros, los cagones, ya no somos lo mismo.

Ya no la penetro, es cierto, pero cuántos orgasmos le hice. Mi lengua buscaba sus nalgas para tocar su anito.

De otro. Será de otro. Como antes de mis mecos. Su garganta, su lengua clara. Sus ojos blancos hacia el infinito.

Ya no la meo, es cierto, pero tal vez la cague. Es tan corto el condón, y es tan largo mi pito.

Porque en noches como ésta la agarré a madrazos, Mis ganas no se contentan por no haberla molido.

Aunque éste sea el último chaquetón que ella me causa, y éstos sean los últimos mecos que yo le dedico.