Un desarrollador latino en el exilio

Prepárate para dejar todo por tus sueños


El día comienza temprano para Víctor. El traqueteo diario nunca es fácil para un artista, pero desde que la pequeña Yunée llegó, lo es todavía menos. Ella despierta a las 06:00 de la mañana en punto. Tiempo de desayunar y de salir a caminar al parque, para después ponerse el casco ―café en mano―, montar la bicicleta y encaminarse a la oficina, donde hay que estar a las 10:00 AM.

Víctor es mexicano, orgulloso egresado de la licenciatura en diseño gráfico por la Escuela de Diseño de Bellas Artes. Como muchos, Víctor albergó desde temprana edad pasión por los videojuegos, pero descubrió que había escasas oportunidades para desenvolverse en ello.

"Siempre me han gustado los videojuegos ―desde el Atari 2600, juego de todo―; sin embargo, me di cuenta de que más que gamer, era adicto a observar los juegos.", me explica Víctor, como si de una tarjeta de presentación se tratara. Él hubiera sido el típico amigo al que le hubiera gustado más verte jugar.

Tan pronto se graduó ―por ahí de 1999―, el diseñador gráfico tuvo una idea audaz: migrar a Canadá en busca de una trayectoria como creador de videojuegos. No sabía que el destino tenía planes distintos. "Cambió mi vida y mis prioridades fueron otras.", rememora quien hoy es también pareja de Yuuko, una simpática chica japonesa. Y fue así como de pronto apareció tras el escritorio de una agencia de publicidad. Allí vivió 15 de sus mejores y más felices años... casi.

Víctor frente al logotipo de EA en Vancouver
Víctor frente al logotipo de EA en Vancouver

"Estaba harto de la vida en agencia de publicidad; de las desveladas, los bomberazos diarios y la vida sin vida.” Me queda claro, entonces, que ese oficio no es para todos y menos para quien de antemano pretende hacer algo completamente distinto.

"Es horrible, man. Mucho glamour y premios que nada más sirven para creerte 'creativo’, mientras la vida se te va. Lo viví por más de 15 años.", remata con enfado a pesar de que transcurrió década y media. Y si llevan bien la cuenta, saben que para ese punto, él había invertido buena parte de su vida productiva en el lugar equivocado y cuando se vio en el espejo, tenía 35 años. No están para saberlo ni nosotros para contarlo, pero en México encontrar trabajo a dicha edad puede resultar complicado. No era ni por mucho, el momento idóneo para cambiar de ocupación. Víctor, sin embargo, siguió adelante. Contemplo su foto en Facebook y pienso que si no fuera desarrollador y papá, pasaría sin problemas por peleador de la UFC, así que encuentro congruencia en su perseverancia.

Tras un tierno beso a su pequeña y a su chica, el diseñador gráfico convertido en desarrollador toma la bicicleta y en una hora está a las puertas de Electronic Arts Vancouver, su empleo actual. El pintoresco trayecto lo lleva a través de una de las metrópolis más fértiles para la creatividad en el mundo. Vancouver era, hasta hace poco, hogar de más de 8000 artistas que iban desde actores hasta productores de cine.

"Hacemos reunión a diario. Vemos los proyectos en turno, con tareas reales para cada quien y nos vamos a chambear todo el día hasta las 4:00 PM, cuando hay junta con el director de arte sénior de FIFA.", me explica y no puedo creer que alguien llame "colega" a quienes sólo veo en entrevistas o escucho en llamadas telefónicas. A diario, Víctor ve cosas que harían babear a cualquier gamer y están a un ascensor de distancia.

Vancouver era, hasta hace poco, hogar de más de 8000 artistas

Pero la industria del videojuego también tiene su lado oscuro: los relatos de desveladas, explotación y del famoso crunch time abundan y, con ello, su reputación no es muy diferente a la de la publicidad. De hecho, recuerdo cómo hace varios años, las esposas de los desarrolladores de Red Dead Redemption se quejaron del maltrato hacia sus maridos. "Sí [es duro].", reconoce Víctor. "Pero nada como la publicidad. Acá te pagan horas extra. A lo mucho, he salido a las 11:00 PM. Allá [en la agencia], salía a las 06:00 AM sin que algún jefe me diera para las pizzas, los tacos o el taxi." Yo asiento. Y entonces aprecio a plenitud el valor que para él tuvo haber vivido eso: le dio perspectiva.

Es hora de comer en EA y, como si fuera niño, Víctor me describe su momento favorito del día. "El comedor ―cariñosamente bautizado EAt (Comer)― es grandísimo. Literalmente puedes hacer lo que quieras, desde ir a las arcadias hasta la librería o permanecer en las mesas y en la terraza con mira a las canchas de futbol." A 3 años de haberse marchado de su país, Víctor no suena precisamente conmovido de dejar todo, pero definitivamente fue un reto que pocos aceptarían. Tuvo que ahorrar ―valiéndose incluso del dinero y apoyo de amigos― y embarcarse en lo que, a falta de una mejor descripción, interpreto como una aventura hacia lo desconocido. Después de todo, llegó sin nada. No pertenecía ahí. Lo único en su morral era un plan.

De modo que antes de quedarse, nuestro soñador errante tuvo que invertir costoso tiempo en explorar, rentando la casa de un conocido o el cuarto del amigo de un amigo, para finalmente decidirse por la Vancouver Film School. Desde luego que una cosa es decidir y otra que te acepten, pero el esfuerzo llevó las cosas a buen término, aunque a un costo elevado, tan es así que él adeudará colegiaturas hasta el año 2022. Y cuando se fue, Víctor dejó $80,000 MXN en deuda aquí, en México.

"Fue difícil, especialmente cuando decidí vender mis libros, mis juguetes, mis discos, muebles y demás. Literalmente dejé todo." Me cuenta Víctor, cuyos padres, hermano y exnovia, también quedaron atrás. "Tenía una relación con una ex muy linda (...) seguimos la relación a distancia, lo cual hizo la agonía más triste porque ella vendría a verme y estar aquí... fue imposible por motivos de VISA. Tuvimos que romper, pero la recuerdo con mucho amor y cariño." Sí, actualmente Víctor luce como un hombre pleno, más aun cuando sostiene a su pequeña entre brazos, pero detrás yace un esfuerzo titánico. Hablamos de pasar hambre y sobrevivir con $10 USD a la semana en una de las ciudades más caras y competitivas del mundo.

El garabato en cuestión
El garabato en cuestión

"Vivir fuera de tu país y lejos de tu gente, de tus amigos y familia, comida y costumbres es algo muy cab**n.", recalca Víctor, no sin antes pedirme una disculpa y retirarse un momento a cuidar de su hija. "Yunée despierta cada 10 minutos.", aclara antes continuar. "Lo más difícil fue hacerme a la idea de que no sólo venía a estudiar, sino a cambiar de vida." Y fue eso justamente lo que hizo.

Ahora bien, él no llegó a Electronic Arts directamente. Concluida su estancia en VFS, donde cursó un programa de desarrollo de juegos, uno de sus maestros lo invitó a trabajar para un estudio pequeño, Social Bee. Hasta que un buen día, se topó con algo como esto: "Se busca artista 2D para interfaz de usuario y diseño gráfico." Víctor sabía de antemano que la vacante correspondía a un gigante cuyas iniciales eran sinónimo de videojuegos, así que acudió convertido en manojo de nervios por no saber qué encontraría. ¿Imaginan tener entrevista laboral con Cliff Bleszinski, Santiago Jaramillo o Rod Fergusson? A Víctor le tocó Todd Batty y cuando me lo dijo, el nombre resonó en mi cabeza. Fue el desarrollador de SSX a quien alguna vez entrevisté en San Francisco. El tipo tenía pinta desenfadada, pero es poco lo que uno puede interpretar en tan escaso tiempo.

"La entrevista fue muy casual con Todd Batty, director creativo de juegos de la NBA, SSX y Skate.", recuerda quien hoy está en las etapas finales de un nuevo proyecto. "Mis nervios eran bien cabr***s porque no sabía con quién platicaría." Lejos estaba Víctor de anticipar que se encontraba frente a uno de sus más grandes mentores, uno de cuyo ejemplo aprendió un buen tip para todo aquel que quiera crear juego. "Todd Batty es un niño grandote como Chabelo.", me dice. "Considero que mientras más pienses como niño, más creativo serás. (...) Le dicen inmaduro pero yo siento que es lo opuesto. Mientras más joven me siento, más creativo soy." Y hubo algo más que Batty enseñó a Víctor: constancia. "'La constancia es la clave para cualquier cosa. Una vez que tienes constancia en todo, entonces lo puedes lograr', me decía siempre". Mantra que Víctor aplica en su vida completa. Uno pensaría: "sí, típico". Pero hago scroll por su perfil y noto de inmediato que Víctor recién publicó un garabato aderezado con esta frase: "...uno de mis monstruos." Es un dibujo hecho a mano, pero uno con talento que encontró tiempo de trazar en 10 minutos. Vaya, es la clase de tipo a quien asaltan las ideas a media noche y se levanta a dibujar.

EA Vancouver
EA Vancouver

Pero no todo fue sacrificio. La fortuna empezó a sonreír. Algunas de sus deudas bajaron y esa seguidilla de suerte le condujo a Yuuko, su pareja actual y madre de Yunée. "Mis cuates de VFS, antes de salir, ya tenían chamba de testers e hicieron una fiesta. La invitaron y gracias a que uno de ellos la plantó por estar en EA, ella me invitó a salir."

Además, Víctor me comenta que, al margen de la competitividad artística que existe en Vancouver, los mexicanos y latinos radicados en la ciudad son reconocidos como excelentes artistas y colaboran entre ellos. Hasta 2006, había casi 23,000 latinos en la ciudad. "Es increíble cómo nos apoyamos, sabemos que no es nuestro país, así que estamos siempre unidos.", afirma. "Canadiense que te ve y a quien revelas que eres mexicano, te dice: 'Ah, seguro tú eres artista porque México es vasto en cultura e historia, así que quien viene de México es un estuche lleno de folklor, felicidad y buena onda.'"

El día poco a poco se extingue en las oficinas de EA. Se despiden los compañeros, algunos se van al gimnasio ―sí, hay un gimnasio ahí― y las luces se apagan hasta que, paulatinamente, el de Víctor es uno de los últimos monitores encendidos. Más que de héroes y grandes efectos, la del artista es una tarea cíclica que recompensa la paciencia. "Todo es prueba y error. En pantalla, dispositivos, Unity y demás... muchas iteraciones... MUCHAS.", explica y de pronto reparo en que ésta ha sido, de principio a fin, una historia de prueba y error.

Víctor decide, por fin, apagar su máquina. Últimamente, la jornada laboral se hace eterna, pues está siempre ansioso por volver a casa con su pequeña. Afortunadamente, la presencia de Yunée transformó su vida y ahora todo tiene sentido: las dudas, el miedo, las deudas y el hambre; incluso la inspiración necesaria para desempeñar su trabajo aparece con mayor recurrencia. "Si de mí dependiera, no iría a la chamba.", confiesa y de la nada, me recuerda: "En la vida no hay CTRL Z para ir atrás y la vida es como el surfing (el cual me encanta), agarras la ola o la ola te agarra a ti, no hay de otra."

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